Tengo tu sudadera puesta. Tengo la cabeza apoyada en TU lado de MI cama. Si cierro los ojos casi parece que estés aquí: tu olor impregnado en las telas, tu sonrisa grabada a fuego en mi mente, tus susurros guardados en estas cuatro paredes.
Pero sigue sin ser igual.
Me faltan tus brazos rodeándome, tus manos jugando con mi pelo, tu cuerpo entrelazado con mis piernas, esas cosquillas que me hace tu bigote cuando me das un tierno beso en la mejilla, o las que me hace tu pelo cuando escondo mi cara junto a tu cuello y te susurro al oído que me encantas, que te adoro y que no quiero que te marches nunca.
Ya eres parte mi habitación, junto a mi cama, las mesillas, la cómoda, un collar hawaino y el peluche de un conejo con gorro de bufón. ¡Todo encaja!
Añoro mirarte a los ojos, gritar en silencio y reír de forma muda.
Quiero dormir a tu lado el resto de mi vida; cerrar lo ojos y que, al abrirlos, sigas aquí, a mi lado.
Quiero noches alegres y mañanas traviesas. Quiero que tus manos acaricien mi espalda, que tu aliento caliente mi pecho y tus labios descubran mi cuerpo.
Quiero hacerlo todo y no hacer nada, que cualquier plan sea perfecto porque es contigo.
Te quiero a ti, como mi dosis diaria de droga, 24 horas al día, 7 días a la semana, 365 días al año. A ti. Porque eres mío, y yo soy tuya.
Solo compramos el billete de ida, ya no hay vuelta atrás.