- En nada...
- No me mientas...
Estaban solos, tumbados sobre un pañuelo de cuadros negros y rojos, sobre un pedacito de césped en mitad de la ciudad. Estaban en su mundo.
- En nada, en serio. Por primera vez en mucho tiempo cierro los ojos y mi mente se concentra en este aroma a verde, en la brisa fresca que se filtra entre las calles proveniente del cercano mar, en el latido de tu corazón...-y es que ella tenía su cabeza apoyada sobre él, al contrario que siempre.
- Bueno, no quiero que te preocupes.
- ¿Por qué debería preocuparme? ¿Porque me voy en un par de días y todo cambiará?
- Las cosas ya están cambiando...eso es lo que dices tú siempre.
- Sí, pero no es lo mismo...
- Porque tú lo digas...
- Pues sí, porque yo lo digo.
Un gran suspiro, seguido de silencio roto por un trinar lejano.
- Te quiero, lo sabes ¿no?
- Sí.
- Y eso SI que no va a cambiar.
- Todo cambia, y eso no puedes evitarlo.
- Cabezota.
- Pero me sigues queriendo a pesar de eso...
- Vuelve a no pensar en nada.
Y así, el sol siguió bañando su silueta, la hierba siguió bailando con la brisa a su alrededor, y aquél pájaro lejano volaba libre sin pensar en nada.
Y es que todo cambia, en eso se basa la vida, en el cambio.
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